Alejandro Dumas - El Conde de Montecristo

Disfrutar de la literatura clásica, es un placer poco habitual en la “actualidad actual”. He disfrutado de ella a fuego lento cuatro meses con El Conde de Montecristo. Si creías conocer el mundo, y no has leído la famosa novela, espera leerla. Es bien extensa gracias a Dios, y no carece de interés en ningún momento. Alexandre -así le llamaban en su Francia natal- escribió esta novela con su habitual ayuda de Auguste Maquet, partícipe de la realización de sus populares novelas. La obra fue impresa en trozos, de manera que a modo serie, iban cayendo bajo los ojos de los lectores -deseosos de saber la continuación de la historia- las dieciocho partes, en que estaba compuesta la obra. Además de su elaborada línea argumental (casi propia de un trabajo artesano), algo sorprendente de la literatura de Dumas es cómo crea espacios dentro de la obra, tranquilizando al afortunado lector, con historias que acarrearán treinta o cuarenta páginas, al margen del hilo de la novela. Su conocimiento del arte, y la literatura -especialmente griega-, se plasman en las comparaciones y metáforas del libro, incluyendo en él las más bellas historias que escribieron manos humanas, esto le da el carácter universal, que convierte a esta obra en un clásico, digno de mención en la historia del hombre. El amor, la venganza, el respeto, el miedo, la deseperación, la lucha, el valor, la muerte, la ira, el placer, el arte, la sociedad: todo… Todo tiene su pequeño espacio en la estantería de la novela del S.XIX de El Conde de Montecristo, es admirable el modo de conducir, e introducir dentro de la cabeza de Edmundo Dantés al mundo exterior.

He sacado ciertas conclusiones de esta novela…. La literatura no es como el mundo, sino el mundo es como la literatura. La tragedia no sería lo que es si no es por el teatro griego. Cuando vemos el mar, en sí no nos conmueve, es todo lo que hay detrás lo que nos hace sonreir cuando nuestra mirada abarca lo inabarcable. La literatura es la que hace la vida diferente, la que convierte “superar un reto” en una batalla entre Esparta y Troya. El Conde de Montecristo, es alguien increíble, sorprendente, majestuoso pero imposible. He llegado a comprender que a su vez la vida no es como la pintan los escritores, ellos retratan su esencia, componen su música. Dibujan la perfección del bien, el mal, incluso la imperfección. Sin embargo cierto es que cuando caminan por la calle no escuchan a Mozart entre la brisa, y cuando lloran no son perlas las que ruedan por sus mejillas, pero al mismo tiempo si lo son, la literatura lo hace posible, he ahí su secreto.

Del mismo modo que perdura Hamlet, así perdura también Edmundo, la bella princesa griega Haydeé, el honrado Morrel, y toda esta historia que queda impresa en el alma de quien la conoce.

“Entonces se pudo ver a las dos jóvenes sentadas en el mismo sillón delante del mismo piano. Cada una acompañaba con una mano, ejercicio al cual se habían acostumbrado por capricho, y en el que habían adquirido una facilidad admirable.
La señorita de Armilly, que entonces puedo verse, gracias a la puerta, formando con Eugenia un cuadro encantador, era también de una belleza notable o más bien de una dulzura y gracia delicadas. _
Era delgada y rubia como un hada, con unos rizos largos que caian sobre su esbelto cuello, como suele pintar Perugino a sus vírgenes, y unos ojos grandes, rasgados y velados por la fatiga. Decían que tenía una voz un poco débil y que, como Antonia, del Violín de Cremona
, moriría un día cantando”_