'Los miserables: el musical' (2012)

Uno va al cine con una idea -la que sea, hay donde elegir- y en la sala ya se decepciona. ‘_Los miserables: el musica_l’ es una de esas obras muy exhibidas por la productora: filtran fotos del rodaje, que dan rienda suelta a una imaginación normalmente exigente, se observa a Russell Crowe archirrelacionado con ‘Gladiator’ y otras por el estilo; se observa a un afectado Hugh Jackman y a una desapercibida -sorprendido por su aparición- Anne Hathaway. Esperaba que Tom Hooper ('El discurso del rey', 2010) tuviera alguna idea genial para adaptar la inadaptada novela de Hugo, ya que la versión de Neeson y Rush -excelente este último en el papel de Javert- no aporta demasiado. La expectativas crecen: primer error.

Y en efecto un tal vez no tan abortado Valjean -siendo muy bondadosos- comienza de una forma desconcertante, pero obtiene el tiempo que donamos gratuitamente a las obras para que se expliquen. Nada asombra ni decepciona, merece sus treinta minutos de atención incondicional. Pero a continuación ¡oh terrible fortuna! a continuación una versión sin precedentes de Fantine, cuya cara es la de una trágica e irreconocible Hathaway -como debe ser- que interpreta el papel de la desgraciada madre que se vende por su hija. ‘I dreamed a dream’ despierta esos escalofríos que tantas actrices mediocres habían adormecido con sus nimios trabajos. El listón del filme asciende como las almas en pena bajan a los infiernos.

¿Y después de eso? Después nada, puede quemar la cinta si no tiene nada mejor que hacer. La ausencia de conexión entre escenas, la mediocridad musical y la falta de preparación de los intérpretes (Crowe va de mal en peor, Seyfried poco convincente y cómico el resultado de la actuación deRedmaynecomo si el papel de Marius no fuera importante), la hiperactividad de los planos y la cámara aburren al espectador, le dan náuseas y le faltan al respeto al mismo tiempo que se llenan sus sucios bolsillos. No tiene importancia, pero lamento haber sido engañado por ‘la crítica publicitaria’. Sí, a ti te pregunto espectador falto de exigencia, con esas caras, ¿cómo podrían no haberte satisfecho?

Realmente, si se trataba de satisfacer a los amantes del musical y escupir al séptimo arte sin servirse de sus numerosas posibilidades, ahora lo entiendo todo. Pero deciden hacer una feria musical y pusilánime con caras famosas, una elección horrible. El musical de Broadway es excelente para cumplir ese cometido, y ya que en esta nueva versión no existe ni siquiera esa ventaja o juego que tiene el cine, uno se da cuenta del fracaso cuando pensaba que sabía lo que iba a ver, ninguna transmisión de sensaciones finalmente -a excepción de la brillante decena de minutos de Hathaway, que me alegro de que al menos sirva para impulsar su carrera y hacer una gran aportación al mundo-. El desengaño es completo, cada vez es más difícil ir al cine y obtener nuevas ideas o no aburrirse con vulgaridades comunes. ¿Donde está el rescate de aquellas ideas, o la búsqueda de formas nuevas?

Llevo una época mala de asistencia al cine. No me gusta que hasta Quentin Tarantino haya perdido su originalidad y el necio espectador perdone su estulticia riendo: “es que se trata de Tarantino”, como en el caso de la modesta y sobrevalorada ‘Django unchained’. Tampoco me gusta que la crítica proteja fanáticamente el cine inhumano como en el caso de ‘Zero Dark Thirty’, fría e insignificante, documental e insípida, nunca artística y en contra de los admiradores, llena de clichés y publicidad pro-americana.